lunes, 9 de marzo de 2009

Tura Satana!






¿Recuerdan una canción de los Babas que decia Viva Satana! Viva Satana!?






Hija de un actor del cine mudo y de una contorsionista Tura Luna Pascual Yamaguchi, nacida el 10 de Julio de 1938 en Hokkaido Japón comenzó su carrera como bailarina exótica a tan sólo 13 años de edad.Su personaje más recordado es el de Varla, en la película Faster, Pussycat! Kill! Kill! dirigida por Russ Meyer en 1965.




Si los años sesenta pertenecieron a la Bardot, no cabe ninguna duda que su patio trasero tuvo un solo nombre: Tura Satana. Poderoso icono del cine independiente, con sólo tres películas aseguró su lugar entre los mitos eróticos de su década, demostrando además un espíritu indoblegable que la forjó como la primera y auténtica bad girl mediática de la posguerra.




Contra toda majadería, la exótica Satana puede decir sin mesura que sus experiencias más limítrofes las vivió lejos de las cámaras. Desde su nacimiento, esta hija de japonés y amerindia encaró la vida por su lado más salvaje, donde las implicancias de sus años formativos legarían una profunda cicatriz.




Tura creció junto a su numerosa familia en La Mafia, barrio en el Oeste de Chicago compartido por italianos, judíos y polacos. Única familia asiática en 30 kilómetros a la redonda, la explosión de la Segunda Guerra Mundial les grana una fuerte hostilidad en el vecindario, por lo que finalmente el gobierno los reubicó en el campo de concentración (rodeado por alambrado de púas) en Manzanar, en Lone Pine (California).
El término del conflicto les permite instalarse en la comunidad de El Manzanar, donde Tura asiste a la escuela y logra los primeros éxitos escolares (fue la mejor atleta femenina de la primaria). No obstante, sus triunfos se opacan ante las constantes envidias y hostigamientos que sufre de ciertas chicas negras, en particular hacia sus rasgos orientales; las humillaciones se prolongan por dos años hasta que – cansada de los castigos en su casa por llegar con la ropa dañada – pone fin al martirio propinando puñetazos a las cinco niñas.




Nuevos ultrajes esperan a esta pequeña víctima de una forzada precocidad. Violada por una pandilla de jóvenes blancos a los diez años, verá esfumarse la justicia cuando uno de los culpables resulta ser primo del policía involucrado en el caso, siendo ella quien insólitamente acaba en el reformatorio por “tentarlos” al acto. Obligada a elegir entre amas o esclavas, se convierte en una respetada fierecilla entre sus pares, pasando largos períodos de aislamiento hasta que una tal jueza Hess cree su historia y la libera un año más tarde, pagándole además lecciones musicales para estimular sus cuatro octavas y media de registro vocal.
Las repercusiones de su paso por las rejas derivan en un corto período como pandillera, donde algunos biógrafos agregan inciertos episodios en la prostitución infantil. Efectivo o no, el nebuloso período concluye cuando a los 13 años debe asumir un matrimonio arreglado desde su niñez, el que se extiende por nueve meses hasta conseguir un divorcio de común acuerdo.
De vuelta a su propia independencia, resuelve juntar dinero para retomar sus estudios trabajando como mesera y luego como bailarina en espectáculos locales. Pronto consigue una plaza en el popular Trocadero Supper Club, agregando paulatinamente el canto a sus números de baile; por desgracia, un accidente con veneno desfigura su rostro. Para sobrevivir, Tura se convierte en modelo fotográfica (usando una máscara). Es entonces cuando aparece en su vida el legendario comediante Harold Lloyd, quien la convence de posar desnuda para él (fotografías hasta hoy extraviadas) y luego le ayuda a superar sus contratiempos.
Ya repuesta de sus heridas faciales, la joven se convierte en la desnudista estrella de los clubes nocturnos de Nueva Orleans, siendo conocida como “La Señorita Belleza del Japón”. Durante esta época retoma sus coqueteos con el kárate (alcanza el cinturón negro) y protagoniza un extraño episodio luego de que el auto en el que viajaba se estrellara y ella misma rescatara a los pasajeros cuando comenzó a incendiarse; según declaró más tarde, pudo recuperar la conciencia tras ver entre las llamas a un niño indio, visión que asegura presenciar en ciertos momentos clave.
Con una pequeña fortuna acumulada en el circuito de los clubes (y una fama de ninfómana que también le cuelga un romance con Elvis Presley), Tura se arriesga a probar suerte en Hollywood, debutando en 1963 con un pequeño papel en la comedia Irma la Dulce (que protagonizaban Shirley Mc Laine y Jack Lemmon). Pero no será hasta dos años después que se convierta en un verdadero objeto de culto, tras cruzar su camino con el del inefable realizador Russ Meyer.




Violencia en la carretera.


Paradigma legendario del cine marginal, Russ Meyer (1921-2004) es un nombre ineludible para comprender los derroteros de la explotación cinematográfica entre los años sesenta y setenta. Ex fotógrafo de Playboy con alguna experiencia en cortometrajes, sazonó los años previos a la legalización de la pornografía en Estados Unidos con una veintena de filmes que no sólo dieron forma al género soft nudie, sino que también recrearon el viejo cóctel de sexo y violencia en una efectiva fórmula que otros imitarían hasta el cansancio.
Meyer resultaba una opción certera para aumentar los crecientes bonos de Tura Satana. Tras sacudir a la reprimida sociedad estadounidense con The Inmoral Mr. Teas (1959), el director detentaba un aura transgresora que capitaliza con astucia en las siguientes Eve and the Handyman (1960), Lorna (1964), Mudhoney y Motorpsycho (ambas de 1965), siempre llevando las emociones hasta el límite e inundando la pantalla con mujeres de voluptuosos pechos. Huelga decir que la ex bailarina llenaba cabalmente los requisitos y logra adjudicarse su primer papel protagónico: Varla, la despiadada karateka de Faster, Pussycat! Kill! Kill! (1966).
Inserta en el subgénero de las road movies (películas realistas o fantásticas cuya trama —entroncada a eternas carreteras— involucra una suerte de viaje iniciático para el protagonista), Faster, Pussycat! se centra en un peligroso trío de delincuentes motorizadas que siembra discordia en los caminos, torturando a una núbil pareja, secuestrando a la chica y entrando en conflicto con una siniestra familia hacendada en el desierto. Pletórico en curvas y asesinatos, su delirante metraje ofrece a una Tura visceral e intensa, secundada por una dupla no menos exuberante (Haji y Lori Williams) mientras se entrega a un festín salvaje que ameniza el surf rock de The Bostweeds y Meyer capta en acertado blanco y negro.
El impacto de Faster, Pussycat! en el circuito independiente convirtió al filme en un instantáneo clásico de la serie B, reportando numerosos elogios para el realizador y su actriz. Redescubierto por la comunidad universitaria a comienzos de los setenta, se erigió desde entonces como un alabado filme de culto… si bien para entonces su escultural musa transitaba rumbos bastante alejados.


Chicas y zombies .




Los auspiciosos dividendos generados por la mancuerna Meyer-Satana no se extendieron más allá. Quizás temiendo encasillarse junto al director, la pantera mestiza apartó sus pasos de quien alimentó las siguientes décadas con un festivo catálogo que aunó comedia rosa, sadomasoquismo, brutales tintes gore y chicas superdotadas (Candy Samples, Edy Williams, la mítica Kitten Natividad o incluso una primeriza Pam Grier) en señeros títulos como Mondo Topless (1966), Vixen (1968), Beyond The Valley of the Dolls (1970), Supervixens (1975) y Up! (1976).
No obstante, Tura estaba lejos de dormirse en los laureles y a sus 27 años se encuentra decidida a aprovechar su meteórica fama. Tras aceptar en 1966 un papel secundario en Our Man Flint (trasunto de James Bond protagonizado por James Coburn), se permite incursionar nuevamente en la música con unas cuantas grabaciones; hasta sale durante un tiempo con el actor Rod Taylor, célebre por su rol en el clásico de 1960 The Time Machine.
Por esto, resulta cuanto menos extraña su decisión de rodar a las órdenes de Ted V. Mikels, otro cineasta encaprichado con las mujeres quien —según la leyenda— vivía atendido por ocho sensuales señoritas en su castillo de California (todo un Fantomas venido a menos). Cuales hayan sido las circunstancias, Mikels logró fichar a la actriz en The Astro-Zombies (1968) y The Doll Squad (1973), dos cintas de escasa factura económica y argumental que obtuvieron algún reconocimiento más allá del llamado cine trash (basura). De hecho, la premisa manejada en The Doll Squad (tres investigadoras femeninas trabajando para un misterioso patrón) sería plagiada años después para crear la popular serie televisiva Charlie’s Angels.




El legado .


De esta manera, la Perla Oriental daba fin a su aventura en el estrellato, pues al poco tiempo se retira sin aclarar sus verdaderos motivos. Años después (y en pleno apogeo de sus filmes en la esfera independiente) se la encontró trabajando como enfermera, asistente de un doctor e incluso pasando llamadas telefónicas, radicándose finalmente en Hollywood para vivir junto a su segundo marido; desde entonces, sus apariciones públicas se limitaron a contadas conferencias, al tiempo que su impetuosa carrera tomaba relevo nada menos que en su hermana menor, también una ex stripper que trabajó en el cine bajo el seudónimo de Lonnie Satin.
La vida y milagros de Tura Satana han tomado un cariz inusualmente legendario en el tiempo. Como ocurrió en los años cincuenta con la fabulosa Bettie Page, su breve paseo por el espectáculo no le impidió proyectar su asombroso magnetismo más allá de la nostalgia, manteniéndola fresca hasta el presente como personaje de historietas, referencia musical (con canciones como Viva Satana! de Babasónicos y hasta un grupo llevando su nombre) y recurrente icono cultural (DC Comics la incluyó en su aclamado Big Book of Women). Princesa oscura del cine independiente por pleno derecho, Tura encarnará por siempre a la mujer rebelde y voluntariosa, capaz de torcer sus propias limitaciones para alcanzar sus sueños. Todo un logro magistral.
Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Tura_Satana"

Obtenido de Swindle Magazine.
















No hay comentarios:

Publicar un comentario